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miércoles, 5 de febrero de 2020

III Integral PN Cabo de Gata - Senda Azul

Posando junto al mosáico del faro del Cabo de Gata
1er día - De La Fabriquilla a San José:
Entramos en la Tercera Edición de esta fantástica aventura de "La Senda Azul", que no nos cansamos de vivir y que resumidamente consiste en recorrer a pie el litoral del "Parque Natural Marítimo - Terrestre de Cabo de Gata - Níjar" (Almería).
En esta entrada, se va a comentar lo más sobresaliente de cada jornada.
En esta ocasión, y a pesar de los "inconvenientes logísticos", ya que somos 6 los senderistas cabo-gateños (Javi, Aurelio, Miguezus, Eva, Antonio y Luis), acompañados de la perrita Muesli, los que nos encontramos en La Fabriquilla, punto de inicio del trazado. Después de un buen madrugón y del consabido desayuno en El Pocico de Dólar, sobre las 11 horas, comenzamos nuestro caminar, por el duro asfalto que, en subida, nos adentra en el primer hito del camino: la playa del Corralete, el famoso Faro del Cabo de Gata y el paraje costero del Arrecife de las Sirenas.

Hacia allá nos encaminamos, con espíritu alegre, plenamente iluminados por un sol poderoso que se refleja con dureza en las mansas aguas del Mediterráneo, con un horizonte limpio, sin una sola nube, azul claro de cielo. El terreno volcánico, marrón sólido y duro, se ve alfombrado, más que nunca, del verde de la vegetación que pone en el aire sonoras voces de admiración y asombro, vaticinando unas espectaculares jornadas de senderismo y de maravilloso disfrute. Estamos totalmente de acuerdo, que el paisaje está más verde que nunca, algo que pone un puntito de ilusión, sabedores que mágicos paisajes nos esperan más adelante.

El asterisco aferrado a la roca, dando ejemplo de vida.
Después de la "foto recuerdo" de rigor en el Mirador del Faro del Cabo de Gata y de buscar a la "sirenita perdida"... entre los arrecifes, nos dirigimos sin demora hasta la zona de Punta Baja, un rincón mágico para los amantes de la geología, donde, unas muy bien conservadas disyunciones columnares, nos recuerdan que estamos en terreno volcánico y que nuestras pisadas hoyan suelos procedentes de coladas de magma candente, algo que siempre nos sorprende y llama la atención.

Disyunciones columnares en Punta Baja. Al fondo, el Arrecife del Dedo y la Torre de la Vela Blanca.
Ponemos nuestra mirada en la Cala Rajá y el Arrecife del Dedo, del que cuentan es el "Dedo de Neptuno"... que nos advierte de nuestra obligación de hacer todo lo posible por proteger el Parque... Abajo, en la costa, una pared blanca, arriba la torre de la Vela Blanca, majestuosa, que nos llama a su conquista, regresando al asfalto de la carretera que zigzagueante sube vertiginosa. Una voz, llama a recortar las ceremoniosas curvas, cortando por el barranco y poniendo bajo nuestros pies un tramo inesperado de subida, trepidante y sin descanso, que saca el aliento afuera y pone el rítmico resuello a tope hasta llegar a la cumbre.

Trepada hasta la Vela Blanca por el atajo de "los alemanes". 
Contemplamos el paisaje desde este privilegiado punto, recuperamos la respiración y poco a poco nos encaminamos hacia el viso por el que nos adentramos en el mundo de calas que desde las alturas adivinamos y que sucesivamente iremos superando hasta llegar a nuestro final de etapa: San José.

La "Guardaespaldas" en Mónsul.
En la Cala de Mónsul, es el momento elegido para recuperar fuerzas: un buen bocata (de premio), un trago reconfortante y un momento de respiro. Luego nos lanzamos a un continuado sube y baja, por un trazado peligroso y en multitud de ocasiones aéreo, al borde de cortados acantilados. Es un tramo que hay que hacer con suma precaución, con bastones y con los cinco sentidos puestos en el andar, no apto para senderistas inexpertos. Un rosario de calas vírgenes, maravillosas, nos hacen pensar que estamos en "el viaje al centro de la Tierra" imaginado por el genial Julio Verne. Algunos restos de embarcaciones y restos de ropa abandonada, nos ponen el acento en tragedias de personas que se aventuran a buscarse la vida atravesando el mar. Al final, y después de una dura subida, cambiamos de viso, entrando de lleno en la hermosa Cala de Genoveses, previa visita al vértice del Morrón de los Genoveses.

Un viaje de placer a la Luna. (Llegando a Los Genoveses)
El respiro en el mencionado Morrón  de los Genoveses, es todo un premio, un momento jocoso de darse la "mano-pata", continuación del que, un rato antes, tuvimos en Mónsul emulando las hazañas del profesor Henry Walton Jones, padre de "Indiana" Jones.

Celebrando el ritual de darse la "mano-pata" en el Morrón de Genoveses.
Al fondo de la Cala, se asoman las primeras casas de San José, pueblo hacia el que nos dirigimos disfrutando de la "hora dorada" del atardecer, y dando allí por terminada esta primera etapa.

A nuestra espalda, la Cala de los Genoveses y San José.
2º día - De San José a las Hortichuelas Bajas:
Disfrutamos también de un bello amanecer, y con un soleado día, emprendemos la subida desde el paseo de la playa de San José, bordeando, por un estrecho sendero, el Cerro de Enmedio, que separa el puerto deportivo, de Cala Higuera.

El mar tranquilo, una balsa de aceite, apenas rompe en la cala, espléndida de vegetación. Hacia el noreste, en la cumbre de la montaña, vemos la diminuta silueta de la torre-atalaya de Cala Higuera, hacia la que, sin saber por dónde, queremos subir y conquistar. Seguimos el sendero marcado de "La Senda Azul" hasta llegar al pie del cerro de la atalaya y toca aventura... La dura aventura de trepar campo a través, hasta llegar a la base de nuestro marcado destino. Después de tanto esfuerzo, viene la recompensa de tocar sus antiguas piedras y sobre todo disfrutar de unas espectaculares y preciosas panorámicas: ¡bien ha valido la pena!

¡Nada es imposible! Torre Cala Higuera.
Con sumo cuidado, descendemos por la ladera noreste de la atalaya para regresar al carril que en múltiples curvas nos lleva primero hasta el Castillo de San Felipe en Los Escullos y luego, ya para el mediodía, a las callejas del pueblo de pescadores: la Isleta del Moro, punto elegido para un reconfortante descanso y avituallamiento, acompañados del sonido del mar y del graznido chirriante de las gaviotas. ¡Todo un lujo!.

Avituallamiento en la Isleta del Moro.
De vuelta al caminar, cogemos primero la linea de la costa... para luego subir por un sendero, forrado de densa vegetación, que atraviesa el barranco de la Cala de los Toros y sube sin pausa hasta las inmediaciones del Mirador de la Amatista. El siguiente hito de la jornada, que también nos regala preciosas panorámicas y nos da una idea de donde venimos (San José) y hacia donde vamos (la Polacra).

Seguimos un tramo por la carretera en una pronunciada cuesta, para una vez arriba, comenzar a bajar y adentrarnos en el Valle de Rodalquilar. Unos metros más adelante abandonamos el asfalto, seguiendo las señales de "La Senda Azul", en un pronunciado giro a la derecha, que nos va acercando en suave llaneo primero y fuerte ascenso hacia las inmediaciones de la Torre de los Lobos y Faro de la Polacra. En el cruce en el que termina el sendero y empieza el asfalto con la última subida al Faro, y dado lo avanzado de la hora, decidimos (a falta de algo más de un kilómetro) no llegar hasta arriba para evitar el inminente atardecer. Optamos pues por el descenso por el duro y pedregoso sendero que conduce hacia la Cala del Bergantín y finalmente descendemos hacia la inmensidad de el Playazo, con el Castillo de San Ramón al fondo.

El Playazo
Con el sol ya perdido, subimos por el sendero de La Molata hasta llegar a la Cala del Cuervo. Toca ahora, subir por la rambla del mismo nombre, a la luz de los frontales, hasta llegar a nuestro alojamiento, la estupenda Casa Rural del Volcán en las Hortichuelas Bajas, cansados y felices, después de tan larga y dura jornada. Mañana será otro y último día.

La Casa del Volcán, nuestro maravilloso punto de descanso..
3er día - De Las Negras al aparcamiento de la Cala de los Muertos:
El día ha amanecido nublado, con una suave y ligera lluvia. Después de un contundente desayuno en Las Negras, con el chubasquero puesto acometemos el inicio de esta última jornada. Hace algo de viento, y es un claro contraste con los soleados días anteriores, lo que nos hace comentar que en el camino hay de todo y simplemente hay que saber adaptarse y hacer lo que dice el refrán: "No hay tiempo malo, sino ropa mala".

Las Negras
Salimos de Las Negras, y en el carril que se dirige a Cerro Negro, cesa la lluvia, y decidimos aligerarnos de ropa. Hace buena temperatura y aunque sigue nublado, el día se va transformando acogedoramente. A buen ritmo caminamos el carril y luego por el sendero que nos conduce hasta la Cala de San Pedro, que vemos abajo, protegida por el Castillo de San Pedro.

Cala de San Pedro
Entramos en el verde oasis y pasamos junto a la fuente de agua dulce allí existente. Dicen que es la única que hay en el Parque y vamos acercándonos curiosos junto a las edificaciones del pueblecillo hippy que allí tiene su sede. Es hora de trabajos comunitarios, según nos cuentan, y es que dentro de su supuesta anarquía, están bien organizados.

Fuente de la Cala de San Pedro
Nos encaminamos hacia la zona Este de la cala, un lugar mítico para nosotros, el punto donde, por costumbre construimos nuestro particular montón de piedras, mirando hacia el Poniente, hacia donde el sol se oculta. Allí queda nuestro moai, nuestro "saludo al sol", ese ente al que recordaremos cuando necesitemos una recarga extra de energía.

Nuestro saludo al sol.
Salimos de la cala afrontando un serpenteante y empinadísimo sendero, que nos sube finalmente hasta una meseta forrada de jugoso esparto y que luego en otro fuerte descenso nos devuelve junto a la arena de la bellísima Cala del Plomo. Mientras tomamos el bocado de avituallamiento, en el horizonte, vemos recortarse las casas de Agua Amarga, así como la borrosa silueta de la mole de la Mesa de Roldán, hacia la que inexorablemente nos dirigimos.

Avituallamiento en la Cala del Plomo. La Mesa de Roldán al fondo.
Toca volver al sube y baja, dejamos con todo nuestro dolor y por falta de tiempo, el adentrarnos en la Cala de Enmedio, quedándonos pendiente para la próxima edición. Pronto llegamos a la veraniega localidad de Agua Amarga, en donde tomamos un reconfortante cafelillo y sin más demora, comenzamos la fuerte y esforzada subida por el pedregoso sendero que nos sube hasta las derruidas construcciones del cargadero (que nos hablan de la intensa actividad minera desarrollada a finales del siglo XIX y principios del XX). No podemos visitar, de nuevo por falta de tiempo, estas interesantes reliquias del pasado industrial de la zona y continuamos nuestro acercamiento hasta las faldas de la Mesa de Roldán, que cada vez tenemos más cerca.

Faro de la Mesa de Roldán

Por un precioso y bien trazado y marcado sendero subimos hasta la vieja carretera, hoy abandonada, que hace cumbre en las inmediaciones de la Torre Artillada de Roldán. Luego dirigimos nuestros pasos hasta el gran Faro de la Mesa de Roldán, y cansados pero contentos, vamos bajando las fuertes rampas de asfalto que llegan hasta el aparcamiento de la Cala de los Muertos, punto en el que damos por concluida la ruta. Nos quedamos con las ganas de bajar y disfrutar de la magnífica cala, pero lo avanzado de la hora nos hace desistir y dejarlo para la próxima.

Datos de la integral:
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Conclusión:
Estamos de acuerdo en que, para disfrutar en toda su intensidad esta Integral que tenemos diseñada, hay que hacer 4 jornadas en lugar de 3, ya que no hay tiempo material para disfrutar de tantas cosas.

Es decir:
Etapa 1: La Almadraba de Monteleva - San José.
Etapa 2: San José - Hortichuelas Bajas.
Etapa 3: Hortichuelas Bajas - Agua Amarga.
Etapa 4: Agua Amarga - Cala de los Muertos.


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