Teníamos ya ganas de hacer esta sugerente ruta y por fin llegó el momento y el tiempo justo.
Iniciamos el recorrido callejeando por el mágico pueblo alpujarreño de Soportújar, blanco y colgado de la ladera Sur de Sierra Nevada, de forma milagrosa. Soportújar, "el pueblo de las brujas", a 949 msnm de altitud, es un pueblo con 266 habitantes que ha sabido buscar "la fórmula", a base de conjuros, encantamientos y hechizos, para conseguir abrirse un importante hueco en el desarrollo turístico local, siendo raro el momento del día en el que por un motivo u otro, las calles del pueblo no se vean abarrotadas de gente que lo visitan boquiabiertos asombrándose en cada uno de sus rincones, sobre todo los festivos y fines de semana.
Aparcamos el coche y dirigimos nuestros pasos, como unos turistas más, a primera hora de la mañana, a la par que los brujos y brujas despiertan y van abriendo sus ventanas y puertas para airear los hogares.
Desde la Plaza de la Iglesia, en relajada calma, vamos callejeando y disfrutando con multitud de originales y sorpresivos adornos, como el "Plan A" las piernas de una bruja que sobresalen de la fachada donde se ha estrellado... obra de los grafiteros almerienses "Nauni y Dank" (Raúl Moreno y Juan Francisco Santiago)], la imagen de comic de doña Urraca (personaje del dibujante Jorge, seudónimo de Miguel Bernet Toledano, para la revista Pulgarcito de Editorial Bruguera) o la escoba mágica de la bruja (custodiada por su fiel gatito negro)... hasta llegar a la Fuente del Vino, en donde se ubica la casa de la Bruja Baba Yaga (construida sobre las patas de una gallina), donde se nos propone un acertijo que dice así: "Una vieja jorobada, tuvo un hijo enredador, unas hijas muy bonitas y un nieto predicador...".
Comenzamos a calentar piernas con la rampa que nos lleva a contemplar las bellas panorámicas que se disfrutan en la Era del Aquelarre. Un día espléndido, de azul intenso, nos hace presagiar una magnífica jornada.
Por una empinadísima rampa cementada que caracolea fuertemente para ir superando la gran pendiente, llegamos hasta la Acequia de La Vega, andando a partir de ahora por el "camino del acequiero", entre grandes chaparros, hermosos pinos y frondosa vegetación mediterránea en las que sobre todo abundan las retamas y rascaviejas. El ambiente se llena de sonidos de agua cantarina que se combinan con los trinos de ocultos pajarillos.
Pronto, el pinar se hace más denso, notamos una mayor presencia de robles y a la izquierda, el río Chico se detiene un momento en el espectacular "Dique 24" (1.150 msnm), que con sus 30 metros de altura, es uno de los muchos construidos en la Sierra (década de 1.930 - 40) para evitar los desmanes de las grandes crecidas y los daños que provoca la fuerte erosión causada por las severas pendientes del terreno.
Seguimos nuestros pasos tomando a la derecha un precioso carril, alfombra verde que zigzaguea subiendo y subiendo. Es este un tramo de singular belleza que transcurre por el pago de Los Varelas hasta llevar hasta el vivero forestal de Montechico.
Sin dejar de ascender, unas veces en carril denso de vegetación y otras por sendero escoltado de rascaviejas y retamas, llegamos sudorosos al carril ancho y cómodo, que en suave ascenso nos lleva hasta nuestra cota de máxima altura en el paraje de Puente Palo (1.801 msnm), para en el área recreativa allí existente, hacer una reconfortante parada que nos permite recargar de energía el "acansinado" cuerpo, castigado por tan contundente subida. Repostamos agua en la Acequia Grande de Cáñar.
Regresamos nuestros pasos, atravesando por el puente el río Chico y a corta distancia, giramos a la izquierda para pronto encontrarnos con la bellísima y caudalosa Acequia del Almiar (*), por la que caminaremos a partir de ahora. Este tramo del recorrido, forma parte del trazado de la Ruta Sulayr y es de una singular belleza, acrecentada por el ruido del pasar del agua, los trinos de pájaros y sobre todo por la existencia de magníficos y espectaculares ejemplares de roble melojo, constituyendo todos ellos el robledal mas denso y grande de todo del Parque Nacional de Sierra Nevada. Nos sentimos privilegiados y afortunados por el hecho de poder caminar por tan sagrado santuario natural.
Nota (*): El diccionario de la R.A.E. define la palabra "almiar" como "montón grande de paja o heno, al aire libre, formado frecuentemente en torno a un palo vertical para conservarlo todo el año".
La Acequia del Almiar se abre de pronto en la Balsa del Almiar, una reserva de agua muy antigua que se usa para tener agua acumulada en los meses de estiaje y que constituye un punto de elevado interés ecológico, ya que da cobijo a una enorme variedad de anfibios y reptiles. Los cantos corales de multitud de ranas, nos hacen disfrutar de otro relajante momento de relax que hizo que más de uno se pusiera a imitar los cantos "raneando" al aire. Desde éste precioso espacio natural, si miramos hacia el Norte, vemos el Cerrillo Redondo y el Pico de las Alegas (2.711 msnm), situados en la cuerda del Tajo de los Machos (3.088 msnm).
Seguimos la cada vez más mermada acequia, para girando hacia el Este, descender por un carril cortafuegos hasta el vértice geodésico Atalaya de Soportújar (1.690 msnm) ubicada junto a una estratégica caseta de vigilancia del Infoca. Las vistas de las caras Sur de las altas cumbres de Sierra Nevada y del barranco del Poqueira y sus famosos pueblos (Capileira, Bubión y Pampaneira) nos hacen sentir que somos pájaros que planean por un mapa aéreo real que se extiende a nuestros pies. El pensamiento de que "bien vale la pena tanto esfuerzo para llegar a este punto", se pasa sobradamente por nuestra mente.
Continuamos bajando, notando que poco a poco la vegetación se va haciendo cada vez menos espesa, hasta llegar a una amplia explanada con un estanque circular, que tiene en su centro una imagen de la Diosa Tara (1.575 msnm), un sitio que invita al silencio y a la reflexión, y también a la recuperación de energía para el cuerpo y para el alma. Aprovechamos el momento para comer algo, descansar meditando o viceversa.
Al son de los mantras "On Tare Tutare Ture Soha" y el universal "Om Mani Padme Hum" vamos paseando por los espacios visitables del "Centro Budista O Sel Ling", cuyo lema es "No hay camino a la felicidad, la felicidad es el camino".
Al visitar este religioso lugar, hay que respetar 5 "votos raíces"
- No matar deliberadamente a ningún ser vivo.
- No apropiarse indebidamente de aquello que no se le ha ofrecido.
- No tomar ninguna clase de tóxico (incluido el tabaco y el alcohol).
- No mentir ni exagerar.
- Abstenerse de mantener relaciones sexuales con un tercero.
Este "Centro de Retiros", fundado en 1.980 por los lamas Thubten Yeshe (1.935 - 1.984) y Zopa Rimpoché (1.946), fue renombrado por el Dalai Lama (Tenzin Gyatzo, 1.935) en su visita a este lugar, en los primeros días de Octubre de 1.982, como "O Sel Ling" ("Lugar de la luz clara") y forma parte del FPMT (Fundación para la Preservación de la Tradición Mahayana).
Nota: Frasquito Raimundo (de Bubión), maestro de obras, construyó la primera casita de retiro, de nombre "Buda cave", a la que siguieron, poco a poco, las nombradas como "Lama Song Kapa", "Manyuri", "Tara", "Tilopa" (estas 4, casitas "de saco"), "Nagaryuna" (con cúpula), "Vajrrayoguini" (construida sin ningún material artificial, por 2 danesas), ...
Muy relajados... después de hacer girar los molinillos de oración... salimos por el carril del aparcamiento del Centro Budista, para buscar un sendero que por la derecha y medio campo a través por el barranco Cuatro Vientos, conecta con el carril que se dirige primero hacia la Casa Forestal Prado Grande y luego a la gran Casa Forestal de Soportújar.
A partir de ahora, tomamos un carril-sendero hormigonado que desciende trabajosamente por la pronunciada pendiente lo que hace poner a prueba, a estas alturas de la jornada, nuestras "acansinadas" y doloridas articulaciones.
Sin más, llegamos como "cayendo del cielo" hasta las calles de Soportújar, en donde nos recibe con la mirada perdida, la imagen de "Akshobhia" (uno de los 5 Budas de Sabiduría, obra de la escultora alemana, afincada en Órgiva, Jeannette Hamann). No resistimos la tentación de saludarla con un alegre "Namasté".
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